Esta casita tiene una historia que se remonta a más de dos años atrás cuando la vi sin estar acabada en casa de mi querido amigo Pedro, el flechazo fue inmediato claro. Pedro había realizado toda la estructura y empapelado con mis papeles realizando su propia composición y que a mí me encantó. Por la razón que sea esta casita no acababa de gustarle y la tenía abandonada, yo le dije entonces que me la vendiera, le imploré y le di la lata hasta que lo dejé por imposible. En septiembre del año pasado vino a mi casa y como quién no quiere la cosa traía la casita para regalármela, ¡no me lo podía creer!, es que Pedrete además de ser un artesano genial tiene una nobleza innnata y un corazón de oro.

Decidí acabarla para exponerla en la Feria de Andalucía y me puse a la faena con la mayor de las ilusiones.

Imaginé una pequeña historia sobre esta casita, la señora de la casa sería una modistilla francesa que se había enamorado del sur de España y se casó con un chico apuesto que trabaja en el Ayuntamiento de la ciudad.

Respeté todo el trabajo de Pedro salvo el color de la fachada, ya había pensado llamarla la Sevillana en su honor y a ese nombre le iba mejor un aspecto más andaluz.

Concluí los remates del interior y lo que restaba de la fachada y procedí a decorarla.

Esta es la historia de La Sevillana, una casita donde se mezclan diferentes estilos y nacionalidades, la luz y vitalidad del sur con tendencias decorativas variadas. Espero que os guste su visión, yo os aseguro que he gozado como una posesa montándola y decorándola.